¿Dónde se escondían sus dientes?
Pablo del Pozo
Comisariada por Aurélien Le Genissel
Fotografías de Guillermo Portillo
LAB 36 presenta ‘¿Dónde se escondían sus dientes?’, una exposición personal de Pablo del Pozo. La muestra ahonda en una dimensión más desconocida e íntima del trabajo del artista presentando una serie de dibujos de formato contenido en los que Del Pozo plasma figuras y objetos de la vida cotidiana de manera ágil y libre. Jugando con el detalle significativo y la fuerza de la forma, su trazo oscila entre un formalismo siempre virtuoso y vistoso y lo arbitrario de una banalidad asumida.
Si Baudelaire podía decir que, para el pintor moderno, la rapidez del gesto era imprescindible para captar lo efímero, ‘que es el lugar mismo de esta pintura’, Del Pozo se pregunta lo que significa dibujar en una época líquida, de omnipresentes pantallas. Unas obras que reflexionan sobre el propio medio, saltando con desparpajo de la abstracción al bodegón pasando por el paisaje o el retrato personal.
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Texto comisariado
YO LE DIJE QUE QUERÍA CARACOLES
. Le dije que quería caracoles. Pero ni caso. Él dibujó un pimiento, un aguacate, sillas y algunas cosas más. Pensaba en Daniel Arasse, en eso que llama detalle y que puede, a la vez, dislocar ‘en su beneficio el mecanismo de la representación’ y condensar ‘todo lo que el autor ha puesto de sí mismo en el cuadro’. Pensaba en el caracol de Francesco del Cossa, en la concha de Turner, la mosca de Giotto. Una anécdota que ‘haga posible la fiesta de la mirada’ o un símbolo que vaya más allá de lo meramente pictórico.
. ¿Por qué quería caracoles? Supongo que para asumir la contingencia inherente del dibujo, justificar su presencia. Pero el dibujo no se justifica. Siempre vive -siempre ha vivido- en el alambre entre lo arbitrario de la banalidad y la legitimidad del estilo. Oscila entre un virtuosismo siempre vistoso y la precariedad de la figura sola. Aquí, como en tantos otros casos, acecha el fantasma de la narratividad. De esta forma, los dibujos de Del Pozo dejan, en ocasiones, la figura en su más completa insignificancia o, al contrario, introducen signos inhóspitos. Pero siempre proponiendo un juego de perspectivas a través de las orientaciones del propio soporte.
. Le dije que quería caracoles. Fueron plátanos y tortugas. ¿Podrían haber sido naranjas? Pues seguramente sí. Pero habrían despertado otras ideas, otras imaginaciones. ¿Qué hay en el aguacate de Pablo? No sé, no soy su psicoanalista. Pero no es tan sencillo dibujar algo insignificante. De hecho, nadie lo ha conseguido nunca. Hay que compensar lo trivial con algo de abstracción. Con algo de juego. Con algo de montaje. Eso hemos hecho también aquí. Pero, al final, como dice el artista, se trata de usar un lápiz y un papel.
. La diferencia entre un crítico y un pintor es que el primero busca el porqué y el cómo. Las razones. No hay razones para el segundo, solo ocasiones. Como dice Agamben, una buena obra es aquella que consigue una estética de la inoperancia, logra destapar las propias posibilidades del medio (ya lo dijo Greenberg) pero, sobre todo, logra desarticular la utilidad de los códigos, el sentido de los paisajes o los objetos, el cariz de los colores o el significado superficial de ciertas formas y símbolos. Hay secretos escondidos en esta exposición; guiños personales, perspectivas inventadas, referencias invertidas… Pero, sobre todo, hay dibujos, dibujos dibujados por el placer de dibujar. Sencillamente. Literalmente.
. Ha muerto David Lynch. Hay una escena (de Los Fabelmans de Spielberg) que se ha hecho viral en Instagram en la que el personaje interpretado por Lynch le dice a un aprendiz cineasta: ‘Cuando el horizonte está en lo alto, es interesante. Cuando el horizonte está abajo, es interesante. Cuando el horizonte está en medio, es aburrido de cojones’. Parece una buena boutade, pero quizás el desafío real sea hacer una buena obra con el horizonte en medio.
Eso hemos tratado de hacer aquí; proponer un enfrentamiento con el horizonte más trivial, pero que obligue al espectador a confrontarse con el dibujo, sin puesta en escena ni florituras. Una suerte de fresco minimalista y plano que tanto puede remitir a la bobina de cine como a una partitura musical, un libro desplegado o un scroll horizontal. Una horizontalidad repetitiva y homogénea que puede ser una suerte de sintaxis visual o de friso cronológico. Pero que, sobre todo, es una propuesta asumidamente neutra y aburrida para que, al final, quede lo más importante: el encuentro de La mirada con una obra.
. ‘Henry James relató una vez la forma en que nacían sus novelas. Al inicio solo hay aquello que llama una image en disponibilité, Al final, la imagen ya no está «disponible», ha perdido su misterio, y solo puede perecer’. Las palabras desvelan los misterios. Los caracoles a veces también.
. Yo quería caracoles. Y me dieron un pez; pero quizás sean lo mismo.
Porque la verdad del dibujo, la verdad de la imagen, es que miente siempre.
Por Aurélien Le Genissel
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Pablo del Pozo
Artista nacido en Badajoz (España), que vive y trabaja en Barcelona. Estudió un grado de Bellas Artes en la Universitat de Barcelona.