Objeto a. Derivas del deseo capitalista

Exposición colectiva

Comisariada por Aurélien Le Genissel

LAB 36 presenta 'Objeto a. Derivados del deseo capitalista', una exposición colectiva que reflexiona sobre la manera en que nuestro deseo se construye, se dirige y se utiliza en el capitalismo tardío.

Una muestra comisariada por Aurélien Le Genissel con obras de Sara Bonache, Julia Creuheras, Beatriz Dubois, Gloria López Cleries, Claudia Rebeca Lorenzo, Joan Pallé y Marcel Rubio Juliana.

¿Qué queremos? ¿Por qué queremos lo que queremos? Una indagación sobre cómo el capitalismo recupera nuestro deseo de transformarlo en un producto de control, consumo y autoexplotación.

Un intento también de formular nuevas figuras posibles de esta economía libidinal, lejos de la eficiencia, la inmediatez y la productividad.

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El psicoanalista Jacques Lacan definió el «Objet petit a» como aquello que cristaliza nuestro deseo más profundo, ese «oscuro objeto de deseo» —parafraseando a Buñuel— que no es más que la causa o el objetivo principal de nuestras fantasías. Hoy en día, este «objet a» adopta múltiples caras, responde a diversos nombres y se construye mediante discursos visuales, fábulas publicitarias y algoritmos invisibles que lo convierten más en un producto impuesto por el sistema que en un anhelo verdaderamente personal.

"Objet a. Derivas del deseo capitalista" reflexiona sobre cómo se construye, se dirige y se utiliza el deseo en el capitalismo tardío, transformándolo en un producto de control y consumo.

¿Qué queremos realmente? ¿Qué deberíamos desear? ¿Cómo deberíamos desear? Los reels de Instagram, los libros de autoayuda y las apps de citas atacan nuestro ego, convirtiéndolo al instante en un producto rentable y maleable.

La exposición no busca ofrecer respuestas ni una alternativa normativa improbable. Pero sí busca cuestionar lo que Lacan definió como «el deseo del Otro»; hacernos más conscientes de cierto bovarismo contemporáneo, de las trampas y artimañas que emplea hoy el deseo mimético —como diría René Girard— para convencernos de nuestras aspiraciones. En este sentido, muchas de las obras presentadas juegan con la incierta ambigüedad de una liberación que quizá no sea tan liberadora.

Vemos esto, por ejemplo, en la saturación visual de la instalación «Yo soy, tú soy, ella/él soy» de Beatriz Dubois, en la que la artista cuestiona la gramática de las imágenes que inundan nuestras redes sociales y sirven para proyectar identidades y fantasear sobre vidas diferentes. Lo mismo ocurre con el vídeo de Gloria López Cleries, que retoma los códigos del ASMR —una práctica originalmente pensada para la relajación en contextos de hiperestimulación— para subvertirlos o, al menos, redirigirlos. Paradójicamente, en una de estas sesiones, la artista reflexiona sobre el papel de las emociones y la imposición de la felicidad en la economía de mercado.

Mark Fisher se refirió a este derecho a la felicidad, que hoy se convierte en una dictadura de la felicidad (una fuente de una sociedad depresiva), como hedonia depresiva . Una sobreexplotación exponencial del deseo encuentra su contrapunto en todos estos elogios a la pereza, la defensa del decrecimiento, la "sociedad de la fatiga", y regresa a una vida contemplativa de la que tantos pensadores actuales hablan. Un nuevo modelo que imagina nuevas visiones del mundo, un retorno a la intimidad sensorial y onírica, visto también en los cuerpos luminosos de Julia Creuheras, donde la transparencia de los cojines abre la puerta a una narrativa de indeterminación material y vacilación emocional, o en el oxímoron crudo ( be tender motherfucker ) y las palabras insaciables de la pieza sonora de Claudia Rebeca Lorenzo.

Paradojas del deseo y figuras inestables se descubren en las frases y cuerpos entrelazados de Joan Pallé: una deconstrucción de cómo se representan las relaciones no monógamas en la cultura audiovisual popular, especialmente en cine y televisión. Más concretamente en Los idiotas de Lars von Trier y la curiosa "Amor de león" de Agnès Varda, dos películas donde la fantasía de liberación sexual total revela sus limitaciones. (Quizás no sea casualidad que el título completo de la película de Varda sea "Amor de león (... y mentiras) ").

La misma oscilación fructífera y abierta se encuentra en las pinturas de Sara Bonache y Marcel Rubio Juliana. Bonache ofrece nuevas maneras de acercarse al mundo, buscando en las referencias naturales una manera de ampliar el espectro de interacciones sensoriales y vibratorias. Al jugar con estereotipos formales y cromáticos heredados de cierta mirada, explora el aspecto híbrido de cualquier existencia y aboga por un "régimen de afectación mutua", como ella lo define, alejado del control y la dominación contemporáneos.

Este intento de formular nuevas figuras posibles dentro de esta economía libidinal, desligada de la eficiencia y la utilidad, también aparece en el tríptico irónico y subversivo de Marcel Rubio Juliana. Representando lo que él llama una sociedad de "deseo desequilibrado", el artista utiliza tres figuras y escenas de la cultura clásica (Orlando, Dido y Polifilo) para denunciar la inmediatez y la superficialidad contemporáneas. Lo hace haciendo referencia a textos medievales y utilizando un estilo que combina irónicamente la pixelación contemporánea, la perspectiva renacentista, una técnica impecable y la reivindicación de un ideal de amor romántico que subyace a muchos de los dilemas actuales.

Mediante la narrativa de una individualidad dictatorial y la constante reinvención de posibilidades, el capitalismo contemporáneo parece mantenernos en una posición eterna de consumidores insatisfechos. Consumidores de objetos, de cuerpos, de experiencias, de placer, de cultura: nuestros deseos se han convertido en productos con los que nos engordamos constantemente, en el criterio categórico de cualquier evaluación política y personal.

Quizás la liberación de nuestro deseo deba venir acompañada de una reelaboración de su forma y alcance: figuras reinventadas de ternura, sensibilidades frágiles, vulnerabilidades poéticas o ficciones más exigentes, como se aprecia en las obras presentadas en la exposición. Quizás debamos comprender que la comercialización de un yo deseante no puede ser el horizonte político saludable de una sociedad.

Por Aurélien Le Genissel