EPÍLOGOS

Exposición colectiva

Comisariada por Aurélien Le Genissel

LAB 36 presenta 'Epílogos', una exposición colectiva que presenta una selección de obras de Roger Ballen, Taj Forer, Anthony Goicolea, Yago Hortal, Ola Kolehmainen, Oscar Abraham Pabón, Mathieu Pernot y Bea Sarrias, comisariada por Aurélien Le Genissel.

La propuesta indaga en los rumores, las resonancias, los restos de un acontecimiento. O quizás la posibilidad de un evento por venir y cuyos rastros ya podemos intuir. Una suerte de limbo suspendido en el que ha desaparecido la figura humana y estamos a la espera de que algo suceda, embaucados por los espacios vacíos, las arquitecturas trascendentales y el retorno de la naturaleza.

El pasado y el futuro parecen unirse en unos momentos y gestos que borran la diferencia entre origen y fin desdibujando una narratividad que queda entonces suspendida.  Estos epílogos pueden verse como esa ‘la parte final que resume el contenido’ (definición de la RAE) pero quizás también como esos signos premonitorios de un acontecimiento cercano. 

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Epílogos es una exposición colectiva que presenta los susurros, ecos y vestigios de un acontecimiento, o quizás la posibilidad de un acontecimiento futuro cuyas huellas ya podemos intuir. Las obras existen en una especie de limbo suspendido, similar al tiempo mesiánico que Giorgio Agamben describe como «la particular conjunción de memoria y esperanza, pasado y presente, plenitud y carencia, origen y fin».

Ya sea a través del universo crepuscular e inquietante de Roger Ballen o de la arquitectura monumental de Ola Kolehmainen, el destino parece marcado por un suceso invisible. Las figuras humanas han desaparecido o se han vuelto anecdóticas, absorbidas por vastos espacios cuya funcionalidad obsoleta da paso a la sensación de una fiesta terminada. Esto se aprecia, por ejemplo, en La fiesta ha terminado de Bea Sarrias, donde las gigantescas escaleras de la Casa Malaparte parecen no llevar a ninguna parte, o en la obra irónicamente titulada El mejor de los mundos de Mathieu Pernot, que presenta siluetas de niños rodeados de edificios deprimentes.

Los ecos del vacío aquí son silenciosos: las ruinas destrozadas de utopías frágiles, como se aprecia en los ladrillos agrietados de Oscar Abraham Pabón y sus referencias a la Casa Wittgenstein y al Vacío de Yves Klein. La exposición navega entre el expresionismo simbólico y el minimalismo visual, construyendo posibilidades narrativas siempre impredecibles, de alguna manera en suspenso.

Las líneas abstractas de Yago Hortal difuminan la diferencia entre origen y fin ( Il Trovatore ), explorando el ambivalente potencial creativo/destructivo de la marca y el gesto. Una dicotomía de color, plenitud y vacío también se encuentra en los trineos de Taj Forer. ¿Qué hacen allí? ¿Están abandonados o aún no se han usado? La misma ambigüedad existe en la extraña casa deshabitada de Bea Sarrias, aparentemente embrujada por fantasmas, donde el Primer Encuentro anunciado en el título nunca ocurre.

El resultado puede verse como un retrato absurdo e irónico de la humanidad, como la apática figura reclinada con un enchufe inútil colgando sobre ella en Inmate de Roger Ballen, o como el regreso vengativo de la naturaleza con la aparición de figuras con forma de pez (¿o críticas?) y una rata oculta. Ruinas en el bosque de Anthony Goicolea evoca el famoso giro argumental y temporal que concluye el epílogo de El planeta de los simios , dejándonos con la incertidumbre de si lo que vemos es lo que nos espera o las ruinas de lo que ya pasó.

Un trasfondo cinematográfico recorre la exposición: Godard, el trineo que pone fin a Ciudadano Kane , encarnado en la figura del pequeño Ingmar jugando al ajedrez. Una posible partida contra la muerte —una referencia a El Séptimo Sello— contra el tiempo, capturando esa sensación de nostalgia existencial y ucronía agridulce que emanan estos ambiguos epílogos.