Autor: Kairo Urban
El pasado 15 de noviembre, tuvimos la oportunidad de acoger en el espacio Lab36, con la ocasión de la exposición Hitomi, un acontecimiento en forma de debate participando en el festival de filosofía «Barcelona Pensa». Con la conversación propuesta, buscábamos encontrar puntos de investigación en común y crear vínculos entre la comunidad filosófica, la artística y la cinematográfica, entorno la temática de la evolución del espacio audiovisual y las nuevas relaciones entre el espectador y la pantalla.
El acontecimiento, organizado por la directora de Lab36, Natalia Foguet, la artista Victoria Ioudina y yo mismo, Kairo Urban, productor de la obra «Hitomi», entorno la cual nos reuníamos; contaba con las voces del crítico de cine Alan Kanjo y la directora de cine y presidenta de la academia de cine catalán Judith Colell.
Victoria y yo queríamos aprovechar la ocasión para plantear a nuestros invitados varias cuestiones, entorno la línea de investigación que estamos trabajando con nuestros proyectos. Hitomi es una pieza que mira con nostalgia la actual pérdida de salas de cine tradicionales y ante este escenario, representado en forma de cine abandonado a nuestra instalación, no podemos evitar preguntarnos qué herramientas disponemos los cineastas, los productores y los exhibidores para continuar atrayendo los espectadores en las salas. También nos gusta imaginar cómo será la evolución de estas salas y qué elementos acabarán convirtiéndose en imprescindibles en nuestra manera de consumir audiovisual.
Tanto Alan como Judith, coincidieron en el hecho que la colectividad era indispensable para el interés del espectador en la experiencia cinematográfica. Judith ponía el ejemplo de los festivales de cine, que actualmente están creciendo en número de espectadores y llenan salas en la mayoría de sus proyecciones. No dudo nada que el interés de los espectadores de encontrarse y compartir juntos la ocasión del festival que crea mucha comunidad; tal como lo hacían las salas de cine tradicionales que reunían en un barrio entorno la gran pantalla, y del mismo modo que lo hacen los foros, hashtags o grupos que comentan series o toda clase de programa audiovisual a través de internet.
De todas maneras, Alan recordaba una experiencia personal donde una proyección se convirtió mil veces más terrorífica al asistir completamente solo, sin ningún otro espectador en la sala a causa del horario de emisión. Comentábamos que nos parece mucho más impresionante ver una proyección de terror solo en el cine que en casa con la pantalla del ordenador. Por lo tanto, concluimos en que quizás hay otras condiciones que pueden determinar la transcendencia de una experiencia en el espectador.
Hablamos sobre la arquitectura de las salas, y como la sala clásica en forma de teatro, parecía transmitir al espectador sensaciones a través de sus olores, texturas y atmósfera, que las salas multicine no habían conseguido replicar. Sensaciones que conocía bien, puesto que forman parte de la experiencia «Hitomi», y que invadieron la sala de exposiciones del Lab36 desde el momento en que colocamos el arco y las cortinas del «Cine Esencia».
Por otro lado, el elemento imprescindible: la pantalla. Con la aparición de las tecnologías móviles, durante la última década, el dispositivo de reproducción del cine es cada vez más independiente de la gran pantalla y podemos ver cine en casa, en el metro y donde haga falta. Por un lado, todos asumimos que esta evolución será perjudicial en cuanto al interés del espectador hacia las salas de exposición, y que la experiencia del cine se perderá o el espectador la trasladará allá donde vayan sus dispositivos móviles.
Pienso también, que esta evolución, podría iniciar un interés de investigación por nuevos espacios de exposición de audiovisual. Ahora que los cineastas ven el cine escapar de la gran pantalla, el espacio y el dispositivo como elementos que forman parte de la experiencia cinematográfica, se hacen más evidentes que nunca. Comenté en el debate que quería investigar y encontrar espacios que busquen crear una experiencia audiovisual colectiva y un espacio inmersivo, fuera de los cómodos cines «de bolsillo» que encontramos a nuestros dispositivos móviles.
Cerramos el acontecimiento poniéndonos creativos y con la ayuda del público, haciendo hipótesis sobre futuro de las tecnologías VR y las experiencias inmersivas en el audiovisual y en la evolución del séptimo arte. Un final optimista que, al recordarlo, me transmite, a la vez, ganas de conservar el cine tradicional e ilusión para construir el futuro de las técnicas audiovisuales.
No puedo estar más agradecido al Lab36 y a los organizadores del festival Barcelona Pensa por crear espacios de diálogo entre artistas y teóricos y a Judit y Alan por acompañarnos con sus visiones.