Por Pol Gutiérrez y Espar
Largas tomas, llenan la pantalla del cortometraje, aquellas que nos quieren hacer apreciar la sutilidad con la cual nos transmite todo una explosión de detalles visuales, de hecho, esta es la gracia, paradójicamente, la necesidad de ver. Toda la información que nos es transmitido por este órgano, la vista. Vista que falta la madre de Hitomi, pupila, ella tiene, pero ya no hacen su función. Ve blanco, la última mirada de aquella pantalla una vez acabada la proyección.
Aquel cine todavía no está muerto, no al menos hasta que la Hitomi se vaya, entonces ya no habrá ojos que podrán coger el que si muestra, quizás solo por el hombre que se queda allá.
Fotografía de la instalación artística «Hitomi» de Victoria Ioudina.
Para mí el que nos transmite Hitomi, aparte de la metáfora ocular que conecta con su madre, es una muestra de la decadencia de la cultura. Aquel espacio antes lleno de arte visual ahora ya no tiene ningún uso, como la sociedad ha dejado pervertir y morir un espacio que rederramaba de un medio tan potente para transmitir discurso. Qué pasaría si dejáramos morir la cultura? Antes que nada, esto es posible? Y segundo, morir o ignorar? La cultura, igual que el arte, como forma de expresión cultural, no puede morir, simplemente puede ser ignorado, invisibilizado. Aquel espacio continuará existiendo, simplemente la gente lo ha ignorado, ya no es un lugar donde la gente va para disfrutar de los discursos visuales. Esto nos muestra algo muy importante, si el arte no tiene nada a decir a la gente, este no vale por nada, el arte es expresión, pero nos quiere transmitir algo, si no transmite, entonces qué pasa?
Aquí podemos dilucidar dos opciones posibles: O el arte que no transmite nada o no impacta en la sociedad, no vale nada, o puede suceder que en el momento histórico concreto no sea «comprendido» y, por lo tanto, ignorado o invalidado. Si esto pasa, que hacemos? Esperamos a dictar un supuesto futuro donde aquellos discursos serán escuchados por la presa de conciencia de la gente o entonces el mensaje transmitido no ha podido conseguir su objetivo? Ciertamente, todo dependerá de la intención del artista, o es necesario el espectador por su culminación?
Creo que no podemos caer en un arte solipsista y apriorístico, un arte en sí mismo, independiente de cualquier exteriorización, puesto que la creación de un arte, aunque sea por un mismo, ya implica el desdoblamiento del mismo sujeto y el objeto de su propia obra, siempre tiene un a quién dirigirse. Quizás la máxima obra de arte es aquella que no requiere esto, pero entonces nadie la puede crear, tiene que ser ignorada por todo el mundo, para llegar a culminar en su máxima expresión no expresada.
Esto quizás es el que se lo podría llegar a pasar en el cine de Hitomi, quizás solo se acabará de realizar cuando nadie esté observando, cuando todo el mundo sea ciego, que es el que acabará pasando en palabras de su madre, cegados por la ignorancia de no valorar aquello. Pero claramente esto solo son confabulaciones, puesto que no era este el objetivo último.
El blanco no es ausencia de nada, de hecho es el contrario, es potencialidad de infinitas posibles manifestaciones. El negro es la ausencia, la máxima abstracción, e incluso en el final todos los créditos nos son mostrados en la pantalla blanca. El blanco también es la principal etapa de un cuadro, y partiendo de aquello pueden surgir todas las cosas que el entendimiento humano permita. De la misma forma que este escrito ha empezado siendo una página en blanco y al final plasma discurso escrito en caracteres digitales.
Estas son las reflexiones y sensaciones que me han surgido en el momento de contemplar Hitomi, cada cual tendrá su comprensión, esta es la mía.